martes, 28 de octubre de 2014

El rey gordo

Un día de verano del año 958 el depuesto rey Sancho I se dirigía acompañado de su anciana abuela, la reina Toda y de su tío, el rey de Pamplona García Sánchez I, en dirección a Córdoba para pedir ayuda al Califa Abd al-Rahman III y poder recuperar el trono perdido de León.

Esto que podría ser el inicio epopéyico de una serie de televisión, tan de moda ahora, no es ficción, pero ¿cómo dos reyes y una reina acudían a pedir ayuda a su enemigo musulmán?
Vamos por partes y remontémonos 100 años en la línea de la historia.

La monarquía pamplonesa había nacido con el primer representante de la dinastía Arista, llamado Iñigo Arista. Esta dinastía se mantuvo a través de su hijo García Iñiguez y su nieto Fortún Garcés. Esta familia parece que estaba gafada y cada vez que se producía un ataque a su territorio le capturaban a algún representante importante. Así, García Iñiguez fue capturado en el 859 por los vikingos y el reino de Pamplona tuvo que pagar un enorme rescate para liberarlo. Más tarde, Fortún Garcés, el príncipe heredero, fue capturado junto a su hija Oneca durante una razia promovida por el emir Muhammad en el año 860. Fue llevado a Córdoba esperando un rescate que en ese momento los pamploneses no pudieron pagar. Durante el cautiverio el príncipe Abd Allah, hijo de Muhammad, quedó prendado de la princesa cristiana y la tomó como una de sus esposas. De esta relación nació un hijo llamado Muhammad, como su abuelo, que más tarde sería el padre del primer califa cordobés Abd al-Rahman III.

Finalmente padre e hija fueron liberados y esta última volvió a casarse con su primo Aznar Sánchez de Larrón; de este matrimonio nacerá Toda que a su vez se casará con el primer representante de la nueva dinastía de los Jimeno que regirá los destinos del reino de Pamplona, Sancho Garcés I. De este matrimonio, además de otros hijos, nacerá el continuador de la dinastía, el rey García Sánchez y su hermana, doña Urraca, que se casará con el rey de León, Ramiro II teniendo a su vez como hijo a Sancho I, nuestro protagonista.

Sancho I, denominado el gordo, tenía un grave problema alimentario, una obesidad mórbida que no le permitía montar a caballo ni tampoco acompañar a las tropas al campo de batalla, cuestión que en la época era fundamental. Como consecuencia de esto algunos sectores y magnates promovieron como rey al hijo de Alfonso IV, denominado Ordoño IV y el rey Sancho tuvo que buscar refugio en Pamplona junto a su abuela Toda y su tío el rey García Sánchez.

La reina Toda, ya octogenaria, pensó que lo fundamental era curar a su nieto de esa enfermedad que le impedía optar al trono leones y recurrió a su relación familiar con el flamante califa de Córdoba Abd al-Rahman III, ya que era su sobrino y a la sazón el hombre más poderoso de los reinos peninsulares y con recursos médicos orientales muy avanzados para su tiempo.

En base a esta relación familiar pidió ayuda a su sobrino y este accedió gustoso a enviarle un médico para tratar la enfermedad de Sancho. El galeno elegido fue el judío Abu Yusuf Hasday que añadía a sus conocimientos médicos el don de lenguas ya que hablaba árabe, hebreo, latín, griego y varias de las lenguas romances peninsulares, habiendo participado en embajadas a Barcelona y Pamplona.
No conocemos exactamente el tratamiento aplicado aunque parece que una dieta y algunas hierbas durante 40 días hicieron el milagro y Sancho recuperó el tipo, aunque el apodo lo acompañaría en la historia.

Una vez curado, la reina Toda decidió que era el momento de pedir más ayuda a su sobrino y aquí los vemos a los tres de camino a Córdoba. Fueron recibidos en una solemne audiencia y consiguieron el apoyo del califa que en el 959 organizó una expedición contra Ordoño IV obligándole a huir a Asturias y reponiendo en el trono leonés a Sancho el gordo.

Pero en el año 961 moría Abd al-Rahman y Ordoño IV no perdió tiempo en recurrir al mismo ardid que había utilizado su oponente y junto a su hijo acudió en audiencia a Córdoba del sucesor califal Al-Hakam II. Este le prometió ayuda a cambio de tierras y castillos pero el asunto se fue retrasando y Ordoño IV desapareció en la noche de la historia esperando en Córdoba la ayuda que no llegó.

Nuestro protagonista reinó, no sin sobresaltos, hasta el año 966 y murió a los 33 años de edad asesinado con un veneno oculto en una fruta que parece que le ofreció un conde desafecto. Consiguió mantener la línea sucesoria con su hijo Ramiro III, que era menor de edad, mediante la regencia de su tía Elvira, aunque finalmente esa línea de sucesión se perderá, pero eso, es otra historia.

Fuentes y lecturas recomendadas:
MARTINEZ DIEZ, G.: “El condado de Castilla (711-1038)”, Valladolid, 2004
MARTINEZ DIEZ, G.: “Sancho III el Mayor”, Madrid, 2005
MORALES ROMERO, E: “Historia de los Vikingos en España”, Madrid, 2006
COLLINS, R: “Califas y Reyes. España 796-1031”, Barcelona, 2013