domingo, 16 de junio de 2013

Daniel en el foso de los leones

La metedura de pata de un artista del siglo VII.

En el Antiguo Testamento, en el libro de Daniel, podemos encontrar este pasaje donde se nos describe como Darío, rey de los medos y de los persas, instigado por los sátrapas, firma un edicto por el que será castigado cualquiera que haga una petición a un dios u hombre a ser echado al foso de los leones. Los sátrapas que odian a Daniel aprovechando este edicto y no pudiendo encontrar contra él nada más que su fidelidad al rey y su devoción hacia Dios lo denuncian por ser encontrado orando.

Muy a su pesar, Dario se ve obligado a encerrar a Daniel en el foso de los leones con la esperanza que Dios lo salvará. Lanzado al foso, un ángel enviado por Dios se encarga de sellar la boca de los leones para que no le hagan daño y así poder demostrar que es inocente. Tras esto, el rey ordena encerrar a los denunciantes al foso y, esta vez sí, los leones los devoran.


En una iglesia prerrománica, San Pedro de la Nave, en El Campillo muy cerca de Zamora, construida en la segunda mitad del siglo VII, podemos observar la representación de este pasaje bíblico en un capitel del crucero. Si lo observamos detenidamente podemos identificar a Daniel en el centro con los brazos levantados y a ambos lados sendos leones que se encuentran bebiendo agua en el fondo del foso.

¿Pero, cómo es posible que los leones beban si el ángel les selló la boca? Es evidente que el autor de la talla del capitel no conocía el pasaje bíblico y se limitó a representar lo que intuía por el título del capítulo. ¡Gran error!